Platicaba con mi abuela materna, quien tiene 89 años y es digamos, un poco malhablada:
<< Cuando era niña tenía una tía que me enseñó a decir groserías y luego me pagaba por decirlas. Un día llegué a casa con mi mamá y dije chingao, ¡riajales! me sorrajó un cachetadón y salió corriendo a casa de mi tía a reclamarle.
Después supe que mi tía le dijo:
- Déjela, todo se usa en esta vida...
Y sí se usó, y se sigue usando... >>
Me consta, además a ella debemos agradecer mi florido lenguaje.
AL